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domingo, 25 de noviembre de 2012

Bruckner. Sinfonía nº 5. Stanislaw Skrowaczewski. Saarbrücken Radio Symphony Orchestra. 1996.


Queridos amigos, damos esta noche otro pequeño pasito más en este lento paseo que pretendemos hacer recorriendo las preciosas interpretaciones brucknerianas del maestro Skrowaczewski. 

Y hoy dejamos el CD correspondiente a su grabación de la hermosa Sinfonía nº 5 que representa a mi modesto entender una de las cimas de su ciclo junto con la Sexta y la Octava. La interpretación que nos deja el maestro de esta Sinfonía nº 5 está cargada de intensidad, de fuerza, de elegancia, de dinamismo, de perfección técnica, de visión estructural clara, de matizaciones, de sonoridad cristalina, de planteamiento musical perfecto, de estratificación de planos perfecta. En suma de maravillas técnicas y musicales que hacen su escucha un verdadero placer. Una interpretación al mismo nivel que puedan estar las más grandes recreaciones de esta obra.

La Quinta Sinfonía fue compuesta entre 1875 y 1876 con algunos cambios menores en años posteriores. Su primera interpretación orquestal fue dirigida por Franz Schalk en Graz, el 9 de abril de 1894 (Bruckner se encontraba enfermo y no pudo asistir; nunca pudo escuchar su sinfonía en las manos de una orquesta). La partitura está dedicada a Karl von Stremayr, ministro de educación del Imperio Austrohúngaro.


Hay dos versiones posteriores de la sinfonía, en 1878 y en 1898 y sobre esta última hay serias dudas de la participación o del visto bueno de Bruckner sobre las modificaciones que parecen ser debidas a la mano de Schalk que añadió en el final platillos y triángulo y dobló los instrumentos de metal, para dar mayor brillo y potencia al pasaje (algo habitualmente usado por Jochum en sus interpretaciones aunque use normalmente la versión de 1878).

En el caso de Skrowaczewski nos encontramos con el uso escrupuloso de la versión de 1878 con ese final original precioso sin el aumento de instrumentos de metal y con ese maravilloso contraste que ofrecen las maderas antes del final de timbal, final por otro lado extraordinariamente preciso, marcado, contundente y enérgico en esta interpretación. Pero además de este final que resulta espectacular, brillante y poderoso, es de destacar la maravillosa interpretación global de la obra que nos ofrece el maestro dirigiendo a una orquesta extraordinaria, de verdad increíble y sensacional, bellísima en su colorido orquestal, en sus cuerdas vibrantes que logran formar un tejido musical de base maravilloso sobre el que asentar la construcción monumental de Bruckner (sus pizzicatos y stacattos son realmente hermosos).

Maravillosa simetría en los temas de los movimientos, preciosa unión de los bloques musicales, hermosísimo devenir de cada uno de ellos, con sentido global y con la vista puesta en la construcción final de los mismos. Bellísimos toques de maderas y vientos y sensacionales metales salpican toda la construcción siempre como indicaba apoyados en un tejido sonoro denso pero claro de unas cuerdas soberbias. Extraordinarios los ritmos, timbres y tempos.

Bellísima la sonoridad global de la orquesta, sensacional. Impresionante el movimiento inicial, majestuoso y poderoso; emocionante Adagio, profundo, conmovedor, denso; fantástico el Scherzo, vitalista, renovador, ágil y pleno de dinamismo y musicalidad. Y extraordinario el movimiento final con una impresionante recreación del manejo de los temas a modo de citas de los ya aparecidos en los movimientos previos y con adición magistral de los nuevos que van a construir el tejido base del Allegro final.

En resumen y repitiendo lo que entradas anteriores indicaba de la misma obra: "... Desde su inicio maravilloso, lento y sublime que oficia como una presentación de la obra hasta el final excepcionalmente bello con la repetición de los temas previos imbricados de manera soberbia en un crecimiento constante hasta su terminación en una coral genial, la obra resulta de una belleza asombrosa e imposible de dejar de admirar." 

Y en esta recreación esas palabras son realmente aplicables.



Creo realmente que estamos ante una grandiosa interpretación de esta magna obra bruckneriana. Merece el tributo de su audición detallada para saborear un Bruckner inmenso, claro, intenso, bello, poderoso y técnicamente muy bien elaborado y recreado. Un maestro pleno de buen hacer y una orquesta realmente sorprendente.

Que disfruten de esta hermosura. No se van a sentir defraudados, es más estoy plenamente seguro que se verán gratamente sorprendidos por esta interpretación.

Bruckner
Sinfonía nº 5 
Stanislaw Skrowaczewski
Saarbrücken Radio Symphony Orchestra 
Grabación:
Kongresshalle Saarbrücken
31 de mayo al 3 de junio de 1996 (las notas del CD indican octubre de 1996)
Versión de 1878, Edición de Leopold Nowak, 1951, sin grandes diferencias con la de Haas de 1935








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Brahms. Conciertos para Piano. Baladas. Fantasías. Jochum. Gilels. Orquesta Filarmónica de Berlín. 1972. 1975.


Queridos amigos dejamos hoy estos dos CD excepcionales con los registros realizados por Eugen Jochum, Emil Gilels y la Filarmónica de Berlín de los Conciertos para Piano de nuestro amado Brahms. 

Los Conciertos para Piano de Brahms son considerados obras monumentales y de importancia capital en la historia musical por su calidad, su significado de cambio formal en la historia del concierto para piano, su belleza e intensidad emocional y su extraordinaria concepción como obras monumentales que elevan el concierto a nivel sinfónico sin dejar de lado una escritura para el instrumento realmente soberbia.

El Concierto para Piano nº 1 fue comenzado a escribir en el año 1854 inicialmente con el propósito de ser una sonata para dos pianos y terminado finalmente en el año 1858 en su forma definitiva de concierto para piano tras pasar por cuatro años de duro trabajo, conflicto personal, dudas, desesperación y lucha anímica de Brahms al tener una relación temporal con alguno de los peores momentos de su vida, ni más ni menos que ver como su maestro y compañero, Robert Schumann perdía el juicio y finalmente moría en un manicomio. Fueron años también de elaboración técnica por el maestro Brahms de su concepción de lo que sería un nuevo rumbo en la forma del concierto para piano.


Finalmente fue estrenado el 22 de enero de 1859 en Hannover con una una acogida dispar, más bien tirando a mala, por parte de público y críticos; lo podríamos dejar en "división de opiniones".

El concierto es una monumental obra sinfónica, por su enorme grandeza conceptual, sus exigencias instrumentales, su construcción y elaboración formal, su distribución y equilibrio de partes y su intensidad sonora plena y poderosa. En él la orquesta deja de ser un simple acompañante del instrumento solista pero también el solista no es la estrella rutilante de la obra sino que se integra en el concepto sinfónico elaborado por Brahms. Es realmente maravilloso observar como los grandes temas del primer movimiento se exponen en la orquesta con una expansión progresiva y monumental y se unen al instrumento solista con una maravillosa idea de progresión en forma de variaciones temáticas realmente asombrosa. Un movimiento masivo, enorme y grandioso que asombra por su poder e intensidad y por la enorme extensión del mismo. Un compromiso entre el concepto beethoveniano y las propias exigencias sinfónicas y orquestales de Brahms. Grandioso en su conjunto, impetuoso y de cierto carácter fatídico es asombroso y bellísimo. 

El Adagio que sigue es un movimiento de una belleza enorme en forma de una combinación maravillosa de carácter sombrío con lirismo y emotividad que da paso a un Rondo final en el que se cierra el drama conceptual del inicio con matices triunfantes y bucólicos. Las alusiones a Beethoven en estos dos movimientos están presentes, homenaje del maestro a la figura del compositor, a su valor formal y a su ideal expresivo.

El Segundo concierto para Piano fue comenzado a componer en 1878 y se completó tres años más tarde, en 1881, en Pressbaum, en las cercanías de Viena. Distante unos 20 años de su Primer Concierto nos muestra un Brahms ya maduro, seguro y dueño de unas habilidades técnicas muy desarrolladas que le permiten culminar la idea inicialmente esbozada en el primero y elevar definitivamente el concierto para piano a una verdadera obra sinfónica majestuosa. Se nos presenta como una obra de corte clásico si bien Brahms modifica el esquema tradicional del concierto para piano introduciendo, luego del primer movimiento, un segundo movimiento rápido. En su conjunto es una obra de profundo y largo aliento, grandes dimensiones, carácter marcadamente sinfónico y de amplios desarrollos temáticos que lo mantienen en cierto modo emparentado con su predecesor, su primer concierto para piano. En este caso ya Brahms logra un maravilloso esquema formal de conjunto, trabaja la orquesta como un gran todo sinfónico de una manera brillante, los temas y sus desarrollos en preciosas variaciones están sabiamente definidos y conseguidos y parejo en fecha con su Segunda Sinfonía el concierto se muestra claro y pleno de recursos expresivos.


La obra fue estrenada en Budapest el 9 de noviembre de 1881 con el compositor al piano y  a diferencia de su primer concierto recibió una muy favorable aceptación de crítica y público. Hoy sigue siendo considerado como una obra excepcional llena de complejidad en la parte solista y en la orquestal.

En su conjunto el Segundo Concierto de Brahms se nos aparece como una obra de menor calado trágico y más bien lleno de profundo lirismo y rico colorido. En todo él destaca la maravillosa y sorprendente capacidad de Brahms de unir las partes intervinientes, piano y orquesta, en un todo sinfónico en el que los temas se exponen, se reelaboran y se transforman de forma nunca antes vista de manera que es esta misma técnica la que determina la forma del concierto. Todo ello además aderezado por la maravillosa sensibilidad de Brahms que añade impulsividad, lirismo, cromatismo, colorido, brillantez, serenidad y muy diversas emociones más a lo largo de su desarrollo.

Un concierto realmente extraordinario, majestuoso, brillante, lleno de emoción, precioso en su sonoridad individual y orquestal y lleno de temas realmente inolvidables. 

Los dos discos se completan con piezas pianísticas de Brahms de una belleza extraordinaria.
Las Baladas op. 10 son un ejemplo maravilloso de romanticismo pianístico, casi verdaderas sonatas para piano en forma de tiempos lentos de las mismas. Se escribieron por el maestro en 1854 en una visita a sus amigos Robert y Clara Schumann y fueron las últimas piezas que Schumann (ya internado) comentó con lucidez con el maestro. Están dedicadas a su amigo Julius Otto Grimm y coinciden en el tiempo con el comienzo del afecto (siempre casto) durante toda la vida del compositor hacia Clara Schumann. Son un ejemplo de la profunda capacidad emotiva de Brahms. La inspiración para la primera balada la toma Brahms de la Balada de Edward un poema escocés que se encuentra en la colección Stimmen der Völker en Liedern Ihren compilado por Johann Gottfried Herder. Son a su vez un maravilloso ejemplo del estilo bardo de Brahms, que recoge y evoca la sensación de un pasado mitológico. Puede que inicialmente el plan completo fuera la elaboración de música en forma de Lied que posteriormente fue reelaborada a la forma de pieza para piano recogiendo en el instrumento las sensaciones que la Balada de Edward le habían producido.


Las Fantasías op. 116 son piezas para piano de la etapa final de Brahms compuestas en la década de 1890, muy probablemente en el verano de 1892, y forman parte del conjunto final del grupo de obras para piano compuestas por el maestro, de la op.116 a la op. 119 e inspiradas y dedicadas a Clara Schumann. Obras de aparente facilidad interpretativa requiere algo muy importante a la hora de su recreación: enorme musicalidad y gran delicadeza. Son piezas íntimas, delicadas en su sentido y a la par un ejemplo de dificultad compositiva formal que según los entendidos daría paso en un futuro a la ruptura por parte de la generación de músicos de Schönberg con esas dificultades formales.

En lo referente a los discos presentados sólo quisiera indicarles que realmente resultan maravillosos. La perfecta comunión entre Jochum y ese enorme pianista que es Gilels unida a una interpretación realmente soberbia de la Filarmónica de Berlín da como resultado unas recreaciones bellísimas de los dos conciertos de Brahms. Realmente sin tacha, contundentes, claras, de exposición nítida, técnicamente irreprochables, de sonoridad y colorido espectacular. 


La claridad de exposición de Jochum es realmente sobresaliente, su forma de desarrollar la temática de los conciertos clarísima, su sensibilidad sobresaliente y su atención al detalle orquestal y a la unión con el solista impresionante, solista por otra parte y repito, genial y maravilloso. La concepción musical que Jochum tiene de Brahms ya tuvo su reflejo en las preciosas interpretaciones de su obra sinfónica y aquí vuelve a quedar de manifiesto su afinidad por su universo sonoro, su música y su ideal compositivo.

Gilels siempre ha sido tenido por uno de los pianistas más técnicos que hayan existido teniendo además la virtud de una enorme sensibilidad interpretativa lo que hace que estas recreaciones de los conciertos y de las piezas para piano de Brahms sean increíblemente bellas e impactantes. Su sonido es poderoso, claro, de pulsación contundente y precisa, técnicamente irreprochable y con una genial gama de colores y timbres. Perfectamente equilibrado con la dirección de Jochum y con la formación berlinesa creo sinceramente que nos deja unas interpretaciones irrepetibles y grandiosas.



Espero que disfruten de estos maravillosos discos, de la música de Brahms, del piano de Gilels, del arte musical de Jochum y de esa formación orquestal soberbia que es la Filarmónica de Berlín. todo en su conjunto da como resultado dos verdaderas obras de arte y dos hitos de la fonografía.

Sesiones de Grabación de los Conciertos de Brahms



Brahms
Conciertos para Piano
Eugen Jochum
Emil Gilels
Orquesta Filarmónica de Berlín

Grabaciones: 

Conciertos para Piano
  • nº 1, 16-17 de junio de 1972
  • nº 2, 12-13 de junio de 1972

Berlín, Jesus-Christus-Kirche

Fantasías op. 116 y Baladas op. 10, septiembre de 1975. Concert Hall, Turku, Finlandia










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